En su primer encuentro con los africanos quedó Daniel impresionado por la desgracia de los esclavos. Sin embargo, dos años después de entrar en África tuvo que regresar a Italia. Se había dado cuenta del mayor problema para evangelizar a ese continente: el clima y las enfermedades. El europeo duraba poco en África y el africano no resistía el frío o la vida europea sin desarraigarse. Ideó entonces el “Plan para la regeneración de África” que consistía en establecer misiones, escuelas, hospitales y universidades en lugares estratégicos a lo largo de la costa africana, rodeando todo el continente; lugares templados donde los europeos pudiesen convivir con los africanos. En esos centros se formarían los futuros cristianos: maestros, enfermeras, religiosas y sacerdotes nativos que luego se internarían en el continente para evangelizar las poblaciones y promover su desarrollo.
Los principios sobre los cuales se apoyaba el “Plan” son: 1° La evangelización de África, corresponde, ante todo, a los africanos. 2° Llamamiento a toda la Iglesia para trabajar conjuntamente en la evangelización de África con la colaboración de todas las instituciones misioneras masculinas, femeninas, religiosas y laicas. 3° Lograr que la evangelización y la promoción humana caminaran juntas y 4° Toda la actividad desarrollada debía confluir en la creación de comunidades cristianas estables.
En 1880 Comboni vuelve a África por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo.
Hoy, la esclavitud toma variadas formas: por un lado, los países desarrollados mantienen a los países subdesarrollados bajo un régimen de servilismo y explotación, donde las cadenas y los látigos se han camuflado en los requerimientos del Fondo Monetario Internacional, el cual exige cada día más las reservas y recursos naturales como pago de intereses de una deuda externa agiotista y oportunista a la cual entregamos nuestra autonomía y nuestra propia supervivencia como pueblos; por otro lado, subsiste la venta y tráfico ilegal de personas, tráfico donde las principales –aunque no exclusivas- víctimas son los niños, los pobres, las mujeres, los desvalidos, los inmigrantes y las minorías étnicas o raciales. Sus actividades más frecuentes son: el trabajo forzoso en la agricultura y en la industria, la prostitución, la pornografía, el tráfico de drogas, el robo, el trabajo doméstico, la mendicidad obligatoria, la venta callejera, etc.
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